lunes, 26 de marzo de 2012

Por el retrovisor (vuelta a los escenarios del grupo azuagueño los espejos)



Los Espejos” han vuelto a los escenarios y lo han hecho por todo lo alto. El pasado sábado en el Mambrú este grupo de casi viejos rockeros demostró que, como a los vinos, le sienta pero que muy bien el pasar de los años. La mezcla de madurez personal y artística y la posibilidad de contar con mejores medios técnicos han dotado al grupo de una calidad de la que antes carecía. Se atisbaba entonces que tras esos jóvenes con ganas y arrojo había talento. Era reconocible el don de Diego Lara para la creación de buenas melodías y magníficas letras, el halo de extravagancia, locura y misticismo que envolvía a Jesús “Belula” y la atracción que sentían las quinceañeras por Damián, el entonces James Dean del grupo; pero quizás todo quedaba ahí. El sábado, mientras sonaba “La chica de ayer”, un amigo me decía - antes veníamos a verlos porque eran nuestros amigos-. Y no le faltaba razón. Pero ahora todo ha cambiado. Todos han dado un paso al frente, un salto de calidad.

Damián ha perdido pelo y ha ganado velocidad en sus dedos, demostrando que tocar la guitarra no es un deporte y que no le influyen ni los años ni algún kilo de más. Su mayor destreza con este instrumento, especialmente en los punteos, es uno de los pilares en los que se sustenta tan notable mejoría en el sonido del grupo. Damián tiene, además, toda la humildad que se le puede pedir a un artista y eso le hace ser más grande.

A Jesús se le nota especialmente esa calma que dan los años. Ahora juega menos a parecer histriónico y más a ser músico. No obstante conserva ese punto entre el bohemio sin remedio y la locura contenida que le hace ser especial en el escenario. Cuando uno le ve ahí subido se da cuenta inmediatamente de que entre todos ellos él sea, posiblemente, el que más se aproxima a ser un artista a jornada completa.

Diego Lara mantiene todo lo que en su momento le hizo ser, al menos visto desde fuera, el líder del grupo. El nació componiendo, lo lleva dentro, y quizás habría que pedirle nuevos temas propios que reflejen en el apartado de composición esa madurez mostrada en la ejecución de los temas del pasado. Ese es uno de los pocos pecados cometidos por el grupo. Algunos de los temas son intocables, pero otros se han quedado un tanto añejos. Faltan temas nuevos. Ha mejorado en el apartado vocal, siendo mayor conocedor de sus limitaciones, lo cual le ha ayudado, como a Sabina en su momento, a ser capaz de sacarle partido a esa voz Dylaniana.

Otra cosa fundamental ha sido la mejora brutal de Manchón con las baquetas. Manolo cantaba bien, sobre todo por Manolo García, y lo sigue haciendo (me encanta como suena Princesa en su garganta), pero con el bombo, las cajas y los platillos distaba mucho de ser esa pieza tan fiable que todo grupo necesita. Eran otra época y muchas aficiones, algunas más saludables que otras. El batería es un peso pesado en un conjunto musical y sus fallos, como en el portero de fútbol, se notan más que en el resto. Quizás esa inmadurez, esa escasa concentración en lo que hacían y que afectaba a todos, era más visible en él, y la superación, notable en todos, en él ha sido sobresaliente.

Geniales versiones de Rosendo, Los Secretos, Fito, Pink Floyd, Queen. Se echaron de menos algunos temas que años atrás formaban parte del repertorio, a mi, por ejemplo, me gustaba especialmente el “Malas Noticias”

Quienes le seguimos desde hace tiempo hemos pasado del cariño a la admiración, pero no queremos otro estancamiento. Cuando se tiene arte hay que sacarlo y exponerlo, brindarlo a los demás. Nos ha encantado su vuelta, nos han sorprendido sus avances, pero nos deben tres cosas: tomárselo en serio, no dejar de caminar, y sacar un puñetero disco.

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