martes, 3 de marzo de 2009

Mis cosas


Hace unos meses, un compañero de trabajo me entregó una carta en la que ponia de relieve algunos de mis muchos defectos, y para compensar, mostraba también alguna virtud que otra (una de cal y otra de arena). Lógicamente le contesté, y surgió de ahí la sana costumbre de respondernos a cada escrito, con el riesgo, aceptado por ambos, de encontrarnos con el "broma a broma te derribo las muelas". El caso es que hemos recopilado un epistolario que no tiene desperdicio, y que iré subiendo a pedazos a este blog. Cuando empezaron a circular dichos escritos por el centro, algunos compañeros y compañeras pidieron sumarse a la fiesta como protagonistas de los escritos, y eso hicimos. Hoy, dejo uno que hice a una amiga cacereña. Ella es muy habladora, vamos que ni debajo del agua. Yo distingo entre el charlatán, que se erige en protagonista, que coge un tema y no lo suelta, y que te da hasta el más mínimo detalle del artilugio, objeto, hecho... sobre el que verse la conversación y los dicharacheros, que hablan muchísimo pero introduciendo y encadenando conversaciones de forma desenfadada, y muchas veces graciosa, sin pretender, en ningún caso, ser el niño en el bautizo. Estos últimos escuchan cuando les hablas, aquellos no. Marta es de las habladoras graciosas, y cuando me pidió que le hiciera un escrito lo tuve tremendamente fácil.

Mi compañera de trabajo 1.

Cuentan las buenas lenguas que cuando nació, al recibir el cachete de rigor, que toda matrona que a su profesión honre debe propinar al recién nacido, en lugar del consecuente y lógico llanto, a todos sorprendió con una disertación sobre su vida intrauterina. Se pensó que quizá fuera un caso prematuro de sobredotación intelectual, hipótesis que fue descartada inmediatamente debido al contenido de sus peroratas. Su madre excusa su excesiva verborrea, aludiendo a la soledad a la que la niña hubo de hacer frente mientras habitaba el vientre materno. Se autoculpaba esgrimiendo un argumento un tanto rebuscado, basado en la conveniencia de haber engendrado, ella, un par de gemelas, en lugar de haber tenido un embarazo unifetal, vocablo que ella misma había acuñado. De esa forma, pensaba, Marta habría tenido una hermanita con la que hubiera podido departir durante esos largos, y tediosos, nueve meses; y el resultado, a la postre, hubiera sido la formación de una personalidad normal, y no tan dispuesta a la cháchara. Su hermano, ante tal explicación, se divertía imaginando la ecografía resultante del quimérico embarazo, en la cual, el figurado feto acompañante aparecía tapándose, con ambas manos, las orejas.

Para compensar le dejé de propina estos versos.

Con ese volcán en erupción de las palabras,
con ese creer que las frases que empiezan nunca acaban,
con esa naturalidad tan insultante,
con ese corazón en el que caben
todas las palabras que brotan de esa boca.
Con esas horas extras de tu lengua,
pagas la hipoteca de nuestro cariño.

No hay comentarios: